sábado, 14 de junio de 2008

Amor de consumo

La memoria es una prisión infinita, un laberinto que uno construye con hechos y que uno después sufre… por lo menos en mi caso. No por nada el Funes de Borges quedó recluido a su cama y a la turbia oscuridad de su cuarto… solo… sin nadie alrededor.

Mi padecimiento es un poco más frívolo que el de Funes, pero no más amable. Soy un tipo corriente, o lo fui, trabajo y hago con gusto todas esas cosas que el universo burgués me demanda.

Pero los años me han traído tormento y pestes neuróticas, tan de moda en estos tiempos, que me confinaron al firme ostracismo de mí ser.

La vida me llevó a desligarme de todo para fomentar el olvido. He llorado mucho y no me he secado bien las lagrimas, de allí mi martirio y mi devoción involuntaria al “no”.

No tomo más mate, no veo más cine mudo, no como más gomitas, no leo más a Verne, no puedo escuchar más el vinilo de “Bajo Belgrano”, no puedo ir más a Cataratas del Iguazú. Y muchas más cosas que ya no hago.

No me ahogo en un vaso de agua, ustedes dirán que puedo tomar té en vez de mate o ver Spielberg en vez de a Chaplin, que puedo comer masticables, leer a Dickens, escuchar a “San Cristóforo” y vacacionar en Tapalqué. Pero no es tan simple la cosa, todo mi universo está supeditado e interconectado a cosas, y mi nostalgia es tan fuerte… que se me está cayendo el cielo.

Permítanme ejemplificar, la intersección de las calles Rawson y Avellaneda es para mí una zona intransitable, la estoica parada del 571 me recuerda el gusto inexperto de un primer beso que luego fue reemplazado con otros, por otros y por otros… hasta hoy y ninguno.

No tomo gaseosas, uno de los besos dejó de besar y me dijo que esas bebidas eran una suerte de anticristo. “Si el agua, que es transparente, es sinónimo de vida… la Coca-Cola, que es negra, es de muerte”, me decía. Y sostenía que, en realidad, el consumo de este producto no era más que el reflejo de una sociedad que va en camino de su propia destrucción y a la devacle de la galaxia misma.

Julieta apuntaba que el hombre tenía que cultivarse hasta no necesitar más a las gaseosas. Siempre me reí de sus teorías y las desconocí, pero cada vez que el gas marca su presencia cuando abro la tapa de la botella… ¡ZAS! Todo ese pensamiento posmoderno-naturista-inconformista-irrisorio se me viene al lagrimal… hubiésemos tenido lindos hijos con Juli… era tan ocurrente… lo mismo decía de las pastillas de inodoro, ¡ahí va…! otra cosa que no uso más.

El olor de la ropa lavada en el Lave-Rap me hace acordar cuanto me hizo sufrir Amalia, y encima tengo que lavar a mano porque el lavarropa se lo llevó Florencia.

No consumo ningún elemento cultural cordobés. Ni Fernet, ni alfajores, ni cuarteto. Tampoco Odex, desodorantes de ambientes ni virulana, en realidad casi ningún producto de limpieza. Chocolate, solo blanco, y abandoné las frutas abrillantadas... porque la mayoría de ellas las separaba del pan dulce y me las terminaba comiendo yo. Amigos, no tienen idea de cómo extraño el pan dulce, el budín inglés no es lo mismo.

Tengo los cinco sentidos hipotecados… tuve que dejar de escuchar a la Velvet Underground porque me recuerda a Warhol y éste a su vez a Marilyn Monroe que actúa en “Los Caballeros las prefieren rubias”, la película predilecta de Laurita; ella trabajaba (y creo que lo sigue haciendo) en el bar que está enfrente del complejo universitario, lo que implicó que, después de algunos meses, dejé el 2do año de la Licenciatura en Turismo.

Buda, los sahumerios, los morrales, los cayos, las trenzas y “el vino de la casa” me traen infidelidad, mentiras y una risa contagiosa a la memoria. El trash metal me recuerda a Jazmín, no así el nü metal que me hace acordar a los recitales en el Pub de Miguel, donde conocí a Inés… que a su vez recuerdo cuando veo caricaturas… porque es caricaturista… como el hermano de Valen que dibujaba todo el tiempo a Meg Ryan, y cada vez que veía sus dibujos me acordaba de Daniela que era una versión grotesca de la actriz.

¡Ay! Cosa jodida vivir rodeado de reminiscencias. Toques donde me toques, la memoria duele. Más una falla he detectado en mi retina sentimental, es que no puedo acordarme… como era eso de olvidar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tragicómico. Muy bueno!