sábado, 12 de abril de 2008

La pantomima de lo errado

El "ruso" siempre tuvo una existencia muy normal: estudió, se recibió, trabajó y tuvo la suerte de casarse con una ninfa de ojos grises. Su vida era esa vida que todas las abuelas quieren para sus nietos.

Si mal no recuerdo, lo conocí cuando interrumpió una charla dentro de un bar, un hospital o algo por el estilo. Era un tipo de ideas, y rápidamente congeniamos ideológica, musical y humanamente.

Siempre lo admiré. Fue casi un padre para mí, aunque superaba a duras penas mi edad. Él era el reflejo de lo que un tipo como yo, tímido e inseguro, deseaba ser. Traté de imitarlo siempre, llevaba el “status quo” de una manera muy particular, como de arrebato.

Debo contarles que al crecer nos distanciamos bastante, la rutina fagocitó nuestros relojes. Pero con él pasaba lo mismo que con los hermanos, aunque uno los deje de ver… a la hora del reencuentro nunca se sienten las distancias y sucumben los reproches.

Hace un mes lo encontré, se me apareció en la biblioteca. Me recuerdo estar retirando por onceava vez a mi querido Zaratustra, él creo que devolvía a Pappini y su “trágico cotidiano”. Ahora que lo pienso, no se por que nunca compre ese libro… creo que es porque me encanta leer las frases que esgrime la gente al borde de las páginas. Esos simpáticos epitafios de inocencia.

Volviendo al ruso, lo vi desalineado y noté que no supo como evitarme. Su cara pálida balbuceaba monosílabos, su ajustada bufanda parecía impedir el tráfico de emociones.
Le invité un café. Se negó, pero al rato nos sentamos cara a cara en un viejo y húmedo bar a pocas cuadras de allí. Una vez que finalizaron los rodeos protocolares, me animé a preguntar que le ocurría y fue ahí cuando estalló en un llanto.

Al principio no entendía lo quería insinuarme. Me hablo de un “atril”, de la soledad y de tantas otras cosas. Hasta que decidí poner verdadera atención a sus palabras y se "evidenció lo evidente."

Mientras juntaba los granos de azúcar que reposaban sobre la mesa dijo: “todo lo concebí por miedo a la soledad, ¿sabés?”.

-“Hice lo que hice para no morir solo. Mi cansada alma buscó atriles donde apoyarse. La política, mis estudios, mi trabajo, hasta mi familia. –Prendió un cigarro para tomar impulso, y largando una corriente de humo azul continuó su confesión- todo… todo esto para no fenecer en el olvido”.

-“Pero ¿vos? Si tenés familia, tenés-“, el ruso me interrumpió mirando al vacío.

“A Grisel, pobre, no creo amarla. Creo que solo busqué a alguien que sabía… no me abandonaría. Todo por eso. Por la soledad ¿entendés?. Pero ya no lo soporto, no puedo mentirme más: odio mi vida, la desprecio. Forjé castillos de arena que ahora se lleva el mar. Tengo una vida que no deseo y por lo tanto… no merezco. Quizás el olvido hubiese sido menos punzante. Es una carga, una presión en el pecho que me ahoga-“

Me avasalló. Por eso elegí evitar su oratoria. Intenté consolarlo hasta bajar su ritmo cardíaco, como lo haría cualquier persona en mi lugar.

¿Cómo es posible que mi querido “ruso” deteste su vida? ¿Cómo es eso razonable?

No se que le dije. Se despidió sin muchas vueltas, prometimos llamarnos como era de costumbre, y se largó a la calle que lo había traído. No pude evitar pedirme otro café y meditar el episodio. Lo reconstruí una y mil veces hasta el cansancio, luego me marché con el viejo Nietzche bajo el brazo.

Ayer me enteré que el “ruso” terminó con su vida. El que no encuentra consuelo ahora soy yo ¿Cómo es posible que lo que uno tanto admira decide matarse? ¿Cómo se atreve a erigir el signo de interrogación a su existencia? ¿Por qué dice estar arrepentido?

Mis metas, sueños, ideales estaban bajo su piel. Toda mi puta vida seguí el manual equivocado. ¿Qué soy yo ahora? … ¿la pantomima de lo errado…? ¿La risa de los dioses?

Mientras se desmorona el universo y toco el frío metal del tambor, medito por última vez si lo seguiré hasta en el tiro de gracia. Por admiración o arrepentimiento nuestro destino está entrelazado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

otra vez sin palabras y con un tremendo escalosfrio. ya voy a ejercer mi derecho a replica por el daño provocado: siempre me dejas con el corazon en la boca. taty