Estaba tan dentro de su ser, compartiendo la alegría de la llegada, con la ilusión de conocerlo y seguro hasta de mimarlo. Entonces pensó en soñar y no podía despertar, parecía tan real que imaginó su rostro, por unos instantes su risa, lo soñó junto a ella.
Al despertar de la cruel realidad, lo buscó, pero su vientre tibio ya estaba frió, se había marchado silenciosamente sin pretenderlo.
A ella le robaron las ilusiones, las esperanzas, las ganas de vivir.
Tuvo momentos de profunda soledad, desesperada estuvo a punto de caer.
Ese dolor y la culpa no se sanan ni se olvidan, es un vacío que jamás pudo llenarse y, cada vez que piensa en su pequeño amor, se le oprime el pecho y muere de dolor, al saber que solamente ella lo deseaba.
A veces lo imagina, que entra por una puerta y corriendo se lanza a sus brazos, con su risa de ángel, esa risa que como todas las noches lo llora y lo sueña.
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